Disfruté muchísimo de mis vacaciones en el País Vasco, uno de los lugares que más me gustan de España y al que volvería mil veces más. Volví a visitar sus ciudades, pueblos y paisajes tan preciosos que se encuentran en esta comunidad autónoma, así como a disfrutar de su gastronomía auténtica. Pero durante este viaje, hubo algo que empezó a obsesionarme.
Empecé a ver la misma tipografía en varios restaurantes y bares de los pueblos. Me pareció curioso, pero no le di más importancia ya que muchas veces estamos acostumbrados a ver negocios con estilos tipográficos bastante repetidos. Sin embargo, esta vez era diferente. Poco a poco fui viéndola por todos los rincones: negocios locales, carteles, señales de carretera, placas de calle, banderines de los balcones… ¡Parecía que la regalaban en los botes grandes de ColaCao! Hasta que busqué de qué se trataba.
¿Por qué todos estaban utilizando la misma tipografía? ¿Y por qué no la había visto antes en otros lugares?
Lo que descubrí me pareció aún más interesante. Esta tipografía no es una moda pasajera, ni una tendencia de diseño cualquiera. Se trata de la tipografía vasca tradicional, también conocida como Euskal Letra. Su origen se remonta a los siglos XVIII y XIX, cuando los canteros y tallistas de la zona esculpían inscripciones en piedra o madera para caseríos, lápidas, iglesias y frontones. Las formas angulosas y rústicas de esta letra se deben precisamente a la técnica artesanal con la que fue hecha: herramientas manuales que exigían trazos rectos, marcados y geométricos.
Durante el siglo XX, especialmente en el marco del llamado Renacimiento Vasco (Eusko Pizkundea), esta grafía se convirtió en un símbolo de identidad cultural. Lo que empezó como una necesidad funcional, rotular casas o espacios religiosos, pasó a ser una forma visual de expresar orgullo por lo propio. En los años 80 y 90, con el auge del diseño gráfico y la transición democrática, la letra vasca se digitalizó y se multiplicó su uso en todo tipo de soportes: señalética urbana, carteles institucionales, rótulos comerciales y merchandising local.
Y aunque desde fuera pueda parecer un recurso gráfico algo anticuado o demasiado uniforme, en realidad es todo lo contrario: es un símbolo compartido que une tradición, territorio y lenguaje visual.
Al verla una y otra vez, entendí que esa insistencia no era casualidad, sino identidad.
Así que sí: fui a País Vasco a disfrutar de sus paisajes y acabé obsesionada con una tipografía. Una que lleva siglos contando parte de su historia, aunque pase desapercibida para la mayoría. Ya sabes, cuando vayas a País Vasco no dejarás de verla.