El año pasado pasé por una etapa en la que, por cosas personales, me sentía bastante desanimada con todo. Aunque el estudio tenía algunos clientes, no era exactamente lo que había soñado siempre. Así que, como muchos emprendedores en algún momento, estuve a punto de rendirme, tirar la toalla y buscar otra cosa.
Pero entonces, una amiga de aquel momento me propuso unirme a su equipo para ser parte de una agencia de diseño y marketing. En ese instante, me ilusioné muchísimo. Era justo lo que necesitaba para recuperar el entusiasmo y sentir que mi carrera tomaba un nuevo rumbo. Me metí de lleno en el proyecto con toda la energía del mundo, sin imaginar lo que vendría después.
Lección 1: No trabajes con amigos o familia.
Al principio, todo parecía ir sobre ruedas, pero poco a poco la tensión se fue acumulando. En nuestro caso, por confianza, muchas cosas importantes no se hablaron, y cuando finalmente lo hicimos, explotó todo. Fue un punto de inflexión en el que me di cuenta de que no se estaba valorando mi trabajo, que esa ilusión que tenía por formar parte de ese proyecto se iba desmoronando, sobre todo esa amistad que tenía con esa persona.
No es buena idea mezclar trabajo con amigos o familia. No digo que no vaya a funcionar, pero si no hay una comunicación clara desde el principio, las cosas pueden torcerse y acabar muy mal.
Pero dentro de todo lo malo, también hubo una gran lección: aprendí a valorarme, tanto a nivel profesional como personal. Me di cuenta de que mi trabajo tiene un valor real, que merezco reconocimiento y respeto, y sobre todo, que es fundamental poner límites.
Porque si no te valoras, otros tampoco lo harán.
Lección 2: Aprender a avanzar, incluso con miedo
Ese verano fue duro. Me sentía en un pozo sin fondo donde no veía la luz. Pero las personas que me acompañaron en ese momento de mi vida fueron claves. Gracias a ellas pude salir de ese lugar oscuro donde me encontraba, respirar hondo y hacerme las preguntas que realmente importaban: ¿Cuál es el sueño que quiero? ¿Qué me impide hacerlo?
La respuesta era sencilla: el miedo.
Miedo al fracaso, miedo a no conseguirlo. Pero me di cuenta de algo importante: el miedo siempre iba a estar ahí. Así que decidí seguir adelante con este proyecto, y aunque no todo salió bien, cada paso me hizo aprender algo.
Si esperas el momento perfecto, nunca lo harás. Hazlo ahora, con miedo, pero hazlo.
Lección 3: Rodéate de personas que te impulsen y te valoren
Emprender no es un camino solitario. No se trata solo de lo que hagas, sino de quién tienes a tu lado en el proceso. A veces, necesitamos ese empujoncito extra, esa persona que nos recuerda que somos capaces de lograrlo cuando dudamos de nosotros mismos.
Cuando decidí crear mi nueva web, no lo hice sola. Conté con la ayuda de una muy buena amiga diseñadora web, Clara, que estuvo conmigo en todo el proceso e hizo que todo esto se hiciera realidad. Gracias a ella, y a otras personas que me han apoyado, aprendí que rodearse de gente que cree en ti es clave para avanzar.
Emprender con una red de apoyo no solo es más llevadero, sino que hace que todo el proceso sea mucho más enriquecedor.
Si esperas el momento perfecto, nunca empezarás
Por esto, quiero decirte que si estás en ese punto en el que dudas, en el que el miedo te frena, recuerda esto: los miedos siempre van a estar ahí, pero si no lo intentas, lo perderás todo. Y fracasar no es no tener éxito; fracasar es ni siquiera haberlo intentado.
Pero también sé que no tienes que hacerlo solo/a. Desde CrazyLion Estudio podemos acompañarte en todo el proceso de tu emprendimiento. No solo seré tu diseñadora, sino también tu guía y tu apoyo en este camino.